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¿Te suena la escena de la familia que se sienta a la mesa a comer y, raudo y veloz, se acerca el comensal de cuatro patas, a ver si “cae algo”? La estampa puede ser graciosa, pero reiterada, no sólo resulta cansina, sino que supone un grave problema de educación. Tranquilo, el hábito se corrige. Te explicamos cómo.
Comprender la naturaleza del can
Se dice que para solucionar cualquier problema, antes hay que comprenderlo. En línea con este razonamiento, piensa que los canes provienen de una especie cazadora y, por tanto, llevan en sus genes el deseo instintivo de proveerse de alimentos. Por eso, verás a tu perro mover la cabeza, inquieto y atento a la comida que te llevas a la boca.
Quizás tengas al peludo malacostumbrado, porque, claro, da penita, mientras comes, ver su cara triste, sus ojos como platos y sus gimoteos enternecedores… pero, por suerte, siempre estás a tiempo de revertir sus hábitos.
Con un comportamiento adecuado, cuando tengas visitas de amigos, ya no te sentirás incómodo y con el alma en vilo porque tu perro mendigue o se acerque de extranjis a la mesa, a robar un trozo de comida. A algunas personas les parecerá misión imposible, pero podemos asegurar que el objetivo de enseñar a tu can a no pedir comida de la mesa se alcanza con educación, ten paciencia.
Mejor prevenir que curar, pero a veces es tan difícil
Tal y como nos recuerda la etóloga Alba Benítez en su artículo “Cómo enseñar a un perro a no pedir comida en la mesa”, la prevención es la mejor medida para evitar comportamientos indeseados.
Y nos apunta una norma básica, que parece de cajón, pero que mucha gente parece olvidar:
- “Lo principal, a la hora de enseñar a un perro a no pedir comida, es no dársela nunca. De esta manera, nunca generará la expectativa de recibirla, y por tanto, no la pedirá”.
Suena muy bien y parece fácil de aplicar, pero en la práctica sabemos que no es así. ¿Pero, por qué fallamos, si es tan sencillo?
Te lo resumimos brevemente:
- Por falta de coordinación entre los miembros de la familia; unos no le dan comida, pero otros sí.
- Por falta de advertencia a las visitas para que no les den comida.
- Por aquello de que “un día es un día y no pasa nada”.
Si queremos que nuestros perros entiendan que no deben pedir ni tomar ningún alimento de la mesa, debemos tener claritos estos fundamentos:
- Jamás les daremos comida de nuestra mesa, bajo ningún pretexto y aunque nos duela.
- Velaremos para que nadie se salte la norma, sea familiar, amigo o vecino.
Si seguimos estos consejos y un día nos pilla con la guardia baja y somos permisivos, se nos desmontará el plan A preventivo y tendremos que recurrir a un plan B reeducativo.
3 consejos para evitar que el perro pida comida
Algunas estrategias son de sentido común pero a veces, por inercia, parece que desaparecen de nuestra mente.
Te las recordamos a continuación:
- 1. Ignorar sus peticiones
- 2. Orden y rutina
- 3. Órdenes, obediencia y premios
Cuando tu perro ladre y corretee alrededor de la mesa, en busca de comida, procura colocar los platos fuera de su alcance e intenta ignorarlo. Mantente firme y resta importancia a sus demandas. Si te nota débil y siente que puede “negociar”, insistirá hasta que le des algún manjar suculento de los que tiene a su vista.
Intenta que tu perro siga una rutina en su alimentación. Si hace dos comidas al día, dale de comer primero a él para que no tenga hambre cuando vea vuestra mesa puesta. Otra opción es comer al mismo tiempo, el peludo en sus cuencos y la familia a la mesa.
Si estás comiendo y llega el pedigüeño de cuatro patas, dile ¡NO! y dale la orden de sentarse. ¡NO! es no, y esto debe entenderlo muy bien tu peludo. Al acabar tu comida, si te ha obedecido y se ha quedado tranquilo, puedes darle un snack, como recompensa por su buen comportamiento.
Cuando lleve un tiempo con esta rutina, tu perro dejará de olisquear la comida de la mesa, y esperará pacientemente a que le des la golosina; cuando se acostumbre a estar tranquilo ya no necesitarás premiarlo, lo encontrará una cosa normal.
Otra opción es acostumbrarlo a que permanezca en su zona de descanso hasta que acabéis de comer. Las órdenes para conseguirlo deben ser firmes y guiadas con alguna golosina. Al finalizar, nos acercaremos al lugar donde está, tranquilo, y le ofreceremos un trozo de comida que le habremos reservado.
Sólo le ofreceremos restos de comida, adecuados para su dieta; para ir sobre seguro, lo mejor es que consultes al veterinario, qué alimentos puede tomar y cuáles no. Recuerda que existen productos que son buenos para los humanos pero perjudiciales para los canes.
La educación es lo que tiene, requiere atención y un cierto esfuerzo pero finalmente se encuentra la recompensa.
Quizás al principio tu perro no entenderá por qué no puede compartir la mesa contigo pero, poco a poco, acabará aceptándolo y dejará atrás la ansiedad que sentía cada vez percibía el aroma de los manjares humanos.
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