en Gatos
Se suele hablar poco de la leishmaniosis felina en relación con la canina, pero la Leishmania infantum, que es como se conoce técnicamente al parásito que da nombre a la enfermedad, no es exclusiva del perro. Esta infección también aqueja a los gatos, aunque con mucha menor frecuencia. ¿Será porque tienen siete vidas? ¿Porque suelen permanecer mucho tiempo en el interior de las casas? Quizás esto influya, pero la principal razón la hallamos en su sistema inmunitario. En este post te explicaremos los puntos esenciales para que conozcas cómo puede afectarle a tu gato.
En zonas endémicas pueden encontrarse gatos infectados, pero la dolencia sólo se manifiesta en algunos felinos con el sistema inmunitario muy debilitado por otras enfermedades, como la toxoplasmosis o el virus de inmunodeficiencia felina.
Los datos hablan por sí solos:
Primer caso documentado de Leishmania infantum: en Argelia, en 1912.
España: la primera descripción clínica de Leishmania felina se realizó en 1933.
Europa: desde 1989 hasta 2014 se describieron tan sólo 59 casos de esta dolencia en los gatos.
Sin picadura no hay transmisión
Como decíamos en nuestro post “Cómo proteger a tu perro de la leishmaniosis” estamos hablando de una enfermedad causada por el protozoo Leishmania infantum.
Para que se produzca la infección tiene que darse este proceso: el mosquito vector pica a un animal infectado; el parásito madura en el insecto y luego éste pica a otro animal sano. Esto significa que sin picadura no existiría la transmisión de esta enfermedad.
Incremento de casos de Leishmaniosis felina
Últimamente se ha detectado un incremento de leishmaniosis felina, especialmente en los países de la cuenca mediterránea y áreas cercanas.
En España no existen datos contrastados respecto al número de gatos afectados por el parásito. El porcentaje de gatos infectados por la leishmania varía entre el 0,5%-28%, dependiendo de la zona donde se realice el estudio.
Andalucía se sitúa a la cabeza con el mayor número de gatos contagiados por el protozoo; en cambio, en otras comunidades, como el País Vasco, el porcentaje es mínimo.
Potente sistema inmunitario
La suerte que tienen los gatos con respecto a los perros está precisamente en su potente sistema inmunitario.
A los felinos también les pican los insectos transmisores de la leishmaniosis: lo que ocurre es que, generalmente, no desarrollan la enfermedad, gracias a su poderoso sistema inmune, capaz de eliminar o controlar la infección y reducirla a un estado crónico asintomático.
Desarrollarán la enfermedad y manifestarán síntomas clínicos sólo un porcentaje mínimo de gatos en los que se den también las circunstancias de: estar debilitados inmunitariamente a causa de ciertas infecciones virales crónicas; sufrir neoplasias; o tomar medicamentos inmunosupresores.
Síntomas de la leishmaniosis felina
Se trata de una infección con un largo periodo de incubación, cuyos síntomas aparecen a lo largo de mucho tiempo.
La leishmaniosis puede cursar en el gato de las siguientes formas:
Cutánea:
Lesiones cutáneas: es la sintomatología más habitual; suele cursar con dermatitis, descamación, heridas, costras y chancro cutáneo; nódulos indoloros bajo la piel, situados principalmente en la zona de la cabeza -cuello, orejas y párpados; aumento del tamaño de los ganglios linfáticos cercanos; nódulos en las almohadillas de pies y manos.
Mucosa: en menor medida, algunos gatos presentan lesiones nodulares-ulcerativas en mucosas.
Ocular: estas formas son muy frecuentes.
Los síntomas pueden ser:
– Conjuntivitis
– Queratitis
– Blefaritis o inflamación de los párpados
– Uveítis o inflamación de la úvea
– Alopecias alrededor de los ojos
Visceral
En los felinos, es raro que se produzca un desarrollo visceral que dañe órganos como el hígado o los riñones.
Aunque, en un reducido número de casos, cuando el parásito se encuentra diseminado de forma generalizada, la afectación sí puede provocar insuficiencia hepática o renal.
Cuadro sistémico visceral:
Por suerte, es la forma más rara de leishmania en felinos.
Puede provocar lesiones en el bazo, hígado y riñones.
Su síntoma principal es el aumento del tamaño de los ganglios linfáticos.
Puede ir acompañado de otros síntomas generales, como: apatía, astenia, pérdida de peso, anorexia, gingivitis, palidez de las mucosas, vómitos o deshidratación.
Diagnóstico de la leishmaniosis felina
Es imposible hacer un diagnóstico basado en los síntomas, puesto que éstos son inespecíficos.
Si detectas cualquier signo que pudiera estar relacionado con la leishmaniosis felina, lo mejor que puedes hacer es llevar a tu gato a un veterinario para que lo examine y en caso necesario le haga las pruebas oportunas.
En la consulta, lo explorará físicamente y te hará algunas preguntas en busca de indicios que podrían relacionarse con la patología en cuestión.
Habitualmente, para detectar la presencia del parásito, lo primero que suele pedir el médico es una analítica de sangre; con esta prueba se cuantifican los anticuerpos generados por el organismo del gato al protozoo.
También se usan otras técnicas:
- Citologías o biopsias: de las lesiones cutáneas para detectar la presencia celular de Leishmania.
- PCR (polymerase chain reaction): para comprobar la existencia de proteínas de Leishmania en sangre y tejidos.
Vacuna contra la leishmaniosis
A diferencia de los perros, la vacuna contra la leishmaniosis no puede ponerse a los gatos. Por lo tanto, la mejor manera de prevenir la infección se orienta a ahuyentar el mosquito transmisor de la enfermedad.
Evitaremos el contacto con el flebótomo mediante:
Mosquiteras en las ventanas: es la forma más natural de prevención; las mosquiteras deben tener unos agujeros lo suficientemente pequeños como para impedir la entrada del flebótomo.
- Pipetas: debe tenerse en cuenta que estos remedios están limitados por la toxicidad que suponen para los gatos la mayor parte de ellos; algunos se encuentran en el mercado para perros pequeños y gatos; antes de usarlos, se recomienda consultarlo con el veterinario.
- Evitar la exposición al flebótomo: procuraremos mantener a nuestro gato en el interior de la casa, sobre todo desde el atardecer hasta el amanecer, que son las horas de mayor actividad del mosquito transmisor.
Tratamiento contra la leishmania
En el caso de los gatos, al haber tenido una prevalencia reducida a lo largo del tiempo, no se han elaborado tratamientos tan efectivos como para la leishmaniosis canina. No obstante, existen algunos medicamentos que pueden administrarse bajo prescripción facultativa y que dan resultados favorables en muchos casos.
Cuando ya se controla la enfermedad, es fundamental hacer controles regulares para detectar posibles rebrotes.
También es muy importante que el sistema inmunitario del gato esté siempre activo y para ello lo mejor es evitar que contraiga otras enfermedades, como un simple resfriado, que podría bajar sus defensas y favorecer el rebrote de la sintomatología.
¡Ya lo sabes, si detectas cualquier signo extraño o malestar en tu gato, no tardes en llevarlo al veterinario!
¿Te ha gustado este post? ¡Compártelo!