El montaje de las piscinas es muy sencillo ya que es la propia agua la que hace que se sostengan todas las paredes. Además, la mayoría cuenta con material antideslizante lo que hace que no se resbale y que sea muy resistente a las uñas y las garras de los perros.
Y para el invierno, puedes volver a plegarla perfectamente y guardarla en algún sitio ya que ocupa muy poco espacio. Si necesitas lavarla, no necesitas de grandes mantenimientos, tan sólo hacerlo con productos naturales como en todos los sitios.
Aprovecha este tipo de piscinas para perros y verás cómo te agradecen que hayas pensado en ellos.
La pasión de los perros por el agua
Hoy en día aún nos preguntamos cómo los gatos no llegan a compartir esa pasión que sienten los perros por el agua. Ya estés paseando con tu perro por la orilla del mar, incluso por un paseo marítimo, o vea desde el balcón de tu casa la piscina que tenéis en casa, en cualquier instante él siente una necesidad por, como mínimo, probar esa agua tan fresquita que tiene delante.
Es recordar paseándolos y ver cómo empiezan a emocionarse cuando huelen el mar, tiran de forma instintiva hacia la arena, porque les encanta revolcarse, ¡incluso se comen la tierra! Aunque con esto hay que tener mucho cuidados, ya que después pueden pasarse todo el día vomitándola.
Pero es que son como niños, niños con mucha fuerza, en el caso de perros grandes, y si te descuidas, es el primero que se lanza a la orilla, lengua preparada para catar ese manantial salado y nadar, cuello en alto, cauto por la zona de baño de los más peques. Eso sí, cuando no hay nadie, cuando no es época de baño, ya que en la mayoría de las playas no está permitido tener sueltas a las mascotas, a veces siquiera que estén los perros allí.
Sin embargo, les puede la emoción cuando ven también una piscina. Seguro que si tienes una en casa y fácil acceso desde el jardín, de vez en cuando tu perro se da un chapuzón. ¡Es que es muy tentador tener tanta agua disponible y no sumergirse en ella! Los perros no tienen tantos pensamientos en la cabeza del tipo: acabo de ducharme, tengo el pelo seco, ¡no voy a mojarme ahora! No, a ellos les da igual, si les apetece y les dejas, ellos se remojarán y después, a sacudirse el cloro.
Y es que se vuelven locos incluso cuando les colocas una de esas piscinas pequeñas inflables, esas de bebés, en el tejado de tu casa. Primero tantean, la huelen, dan una vuelta o dos, incluso a la carrera, y si no pegan un buen lametazo al agua fresquita, pasan directos al grano. ¡Al agua, perro!
Lo cierto es que da gusto ver la pasión que sienten los perros por el agua, y es una lástima que en no muchas ocasiones puedan disfrutar, porque es que es eso, son como niños, inocentes, espontáneos y capaces de disfrutar de las pequeñas cosas, capaces de ver una diminuta piscina de agua como el mejor de sus juguetes, la más divertida de las aventuras.
De hecho, tanto es así que en algunas comunidades de según qué sitios, permiten un día de perros en la piscina. Os explico cómo va esto.
Lo que sucede es que la piscina tiene un horario y una fecha de apertura, pues bien, el último día, a veces los dos últimos, como ya es un agua que no van a reciclar, lo dejan para que los perros puedan bañarse, porque ellos también merecen disfrutar. ¡Me parece una idea genial!
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