El humano siempre pretende entender a su perro desde su forma de ser humana, gran error. El antropomorfismo, intentar entender al animal como si fuera un humano, es el punto de partida de variados problemas de comportamiento.
Un perro no tiene ética, moral, no hace cosas para fastidiar a su propietario, no siente celos de otros animales, personas…
Un perro forma parte de un grupo social, en nuestro caso, de una familia con distintos integrantes, con los que interacciona con su “forma de ser”.
En demasiadas ocasiones escuchamos que el animal siente celos de nuestro trato hacia otro animal, por la entrada de un niño en el hogar, por diversas razones… esto no es así.
El perro puede sentirse desplazado, relegado a posiciones inferiores dentro del grupo, pero no siente celos tal y como nosotros entendemos el concepto.
Si queremos que un animal no tenga esa sensación, deberemos dedicarle su tiempo, el mismo que le dedicábamos antes de la entrada de otro animal o de otro ser vivo humano.
Los especialistas en comportamiento, por ejemplo, en el caso de una llegada de un bebé al hogar, comentan que se debe prestar mayor atención al perro cuando el niño está presente; con esta sencilla rutina conseguiremos que el animal identifique la presencia del niño como algo positivo, como algo que provoca mayor interacción de los humanos hacia él.
Si por el contrario, la presencia de otro animal, otro ser vivo, cuando el animal está con nosotros, desvía la atención, se sentirá relegado, afectado, y ello, dependiendo de la educación del animal, de su forma de ser, podrá desencadenar diversos comportamientos.
Debemos dejar a un lado los pensamientos antropomórficos y debemos asesorarnos por profesionales cualificados… estos, seguro, que nunca hacen mención a los celos, a la venganza, a comportamientos exclusivamente humanos.